Hay noches en las que la humedad y el frío dan licencia a las fantasías, noches en las que los dedos se lanzan como locos a gotas delirantes que veo caer del cielo en el balcón, a estímulos flagrantes: placeres de alto riesgo. Y es cierto eso que noto…son mis cinco consentidos, que están a flor de labios.
Entro en casa y todo huele a canela, los inciensos hacen efecto… y sube la libido, agarro el teléfono y llamo a un viejo amigo con el que las noches como esta acaban por la tarde del día siguiente. En veinte minutos estará en casa, él y sus maravillosos 16 centímetros.
Entonces abro la veda de mi imaginación y el armario donde guardo mis juguetes, el aceite de menta comestible y un conjunto súper sexy que compré hace unos días en ‘JuguetEarte’ un sexshop nuevo de la calle Alameda.
Ya estoy lista: tacones, ropa interior y mi abrigo de invierno favorito, rímel y un poco de gloss. Me miro al espejo, me guiño un ojo y…
¡Ding don!-¿Quién es?— Pregunto como si no esperase a nadie.
-El electricista, querida, me han dicho que saltan chispas por acá—responde Jota con un tono entre pícaro y perverso. -Sí, suba, la cosa está a punto de arder aquí arriba—respondo maliciosa.
Jota es ese tipo de hombres de sonrisa seductora y aroma afrodisíaco que antes de tener el corazón rebosante de amor, prefiere tener el teléfono lleno de mensajes de admiradoras. Pero no es para menos, se ‘desboca’ con las mujeres como pocos.
Treinta y siete escalones más tarde, llega a casa, le hago pasar y dejo la botella de vino, que trae, sobre la mesa del hall.Le empujo contra la pared, le beso frenéticamente, él me quita la chaqueta, yo le quito su camisa…le arranco el cinto, le desabrocho el pantalón. Y la pasión crece, se dilata, sube…
Después de varios minutos poniéndonos a mil con besos y caricias, me aparto de él, le ordeno que no se mueva.
Me voy a mi habitación y me pongo un uniforme de enfermera. Salgo con el frasquito de aceite, la cofia, el liguero de encaje y el vestidito blanco. Me pongo un poquito de aceite en la punta del dedo índice, lo paso por su pecho y lo chupo despacito.
-¿Alguien necesita un masaje?— pregunto impetuosa
-Podría correrme ahora mismo sólo con mirarte, pero antes quiero lamerte, saborearte, ver como se mezclan agua y aceite en tu cuerpo, probarte toda— Espeta ferviente
Me coge en brazos y me pone sobre la alfombra del salón.
Me abre el vestido, me lo arranca, me quedo en tacones y ropa interior. Se frota las manos con el aceite, derrama un poco en mi ombligo…empieza a acariciarme con la lengua, me quita el sujetador, me lame mis pezones erectos y excitados…baja a los muslos, desliza sus dedos dentro de mí. Jadeos, gemidos… su cálido aliento se acomoda sobre mis braguitas húmedas.
Y el aire, que ya olía a canela, ahora también sabe a menta, está borracho de sexo.
Su polla se va poniendo cada vez más dura y mi coño está cada vez más excitado. Le quito los slips, desata los lacitos de mis bragas. Nos quedamos completamente desnudos, lo hacemos en el suelo, en el sofá; me lleva a la cocina, al balcón, a la cama…me lleva al cielo, al paraíso.
Sonríe, sonreímos
– Y esto solo es el principio de la noche—me susurra al oído.
Entonces me pongo encima, cojo las riendas y cabalgo sobre él, le aprieto contra mí…me voy y ya van tres. Salgo de su cuerpo, bajo a su entrepierna, cojo el aceite y entre mordiscos y besos, llego a su polla y me la meto en la boca (…)